Quienes diseñamos y confeccionamos material isocrónico para ser utilizado, doméstica o profesionalmente, orientados exclusivamente a favorecer una mejor calidad de vida de las personas que así lo requieren, a partir de ayudarlas a controlar el estrés, ocasionalmente recibimos – muchas veces ‘a priori’- algunas críticas, que objetan no sólo su efectividad práctica, sino –también- la falta de capacitación e idoneidad adecuadas y necesarias para tal fin.
Estas objeciones, de ordinario, provienen –fundamentalmente- de parte de algunos profesionales médicos, en general; y también de algunos otros, expertos en el conocimiento profundo de algunas de las especialidades del saber médico, afín al objeto del que aquí se trata, en particular; como psicólogos, psiquiatras o neurólogos, por citar.
Sin embargo, estas críticas –sintetizadas en las dos mencionadas anteriormente- parecen brotar de un abanico más amplio, marcado por algunos factores comunes: desconocimiento de la esencia de la tecnología isocrónica aplicada en relación al estrés, sospechas de una posible ambigüedad metodológica en los procesos de investigación y confección del material isocrónico, supuesta carencia de una argumentación satisfactoria que sustente sus postulados teóricos; y en algunos casos, el fantasma de algunas ‘terapias alternativas’ que, habiendo pretendido imponerse en el colectivo social como singulares, de rápido acceso y gran efectividad saludable, terminaron –con el tiempo- en algo poco menos que una quimera.
Soy consciente de que las líneas que siguen, pueden resultar confusas o engorrosas para el lector común, que tal vez desconozca el tema, o que no entienda algunos términos o afirmaciones, por resultarles –por ejemplo- demasiado complejas o técnicas. Pido las disculpas del caso, a la vez que les confieso una certeza interna: es seguro que los profesionales de la salud sí van a comprender todo lo que aquí se diga.
En este marco y a pesar de lo que se pueda inferir del párrafo anterior, conviene desde el principio dejar en claro, que no es el propósito de este artículo confrontar con el profesional de la salud matriculado, que cuenta con el apoyo de sus pares, y que se erige –en la práctica- como la máxima autoridad social a la hora de tomar conocimiento y ponderar la afección concreta de un paciente, requerir los estudios de laboratorios y demás, para luego determinar el tratamiento correspondiente.
Se trata, más bien, de ofrecer una línea argumentativa que ofrezca respuestas razonables a las objeciones enunciadas.
En este contexto, debe decirse que, en cuanto al primer aspecto expuesto como crítica (dudas sobre la efectividad práctica - saludable de la tecnología isocrónica aplicada), no se entiende del todo en base a qué elementos se hace tal evaluación.
Y es que el único modo de juzgar los resultados en relación a la disminución del estrés, implica la consideración conjunta de tres variables:
a) La mejoría que el propio sujeto constata y verbaliza
Por ejemplo, haber pasado de un sueño nocturno intermitente y superficial, a otro con características opuestas, donde es capaz de dormir profundamente, de forma continua a lo largo de seis o siete horas, y solo con alguna interrupción ocasional, fruto de la necesidad de ir al sanitario. O experimentar por la mañana, una sensación de bienestar, renovación y energía. O percibir mayor serenidad y calma al momento de enfrentar las obligaciones laborales. O descubrirse menos ansioso que antes, o verificar la disminución de molestias corporales provenientes de la contractura muscular, etc.
b) La mejoría que el entorno del sujeto (familiares, amigos, compañeros de trabajo) también constata y verbaliza; como por ejemplo, cambios positivos en el humor, mejor disposición para manifestar los afectos, disminución de los niveles de ira o enojo, mayor interacción social, mayor concentración y contracción al trabajo, etc.
c) La mejoría, global o específica, que el propio facilitador para el control del estrés, desde su oficio propio, observa, constata, analiza y registra confidencialmente. En el caso de quien escribe y en términos estadísticos, por cada diez personas afectadas por el estrés, no menos de siete obtienen los resultados esperados, aunque con pequeñas variaciones (hacia arriba o hacia abajo), según las características de sus respectivos ritmos de vida, los condicionamientos o particularidades de sus ámbitos laborales, la conformación y funcionamiento del grupo familiar, etc.
Desde otro ángulo y como dato anecdótico, cabe señalar –al menos en cuanto compete a quien se expresa en estos renglones- que, habitualmente, cuando alguien pide ser ayudado para manejar el estrés, ya ha recorrido los consultorios y ha pasado por todas las pruebas pertinentes de laboratorio, sin que se le haya encontrado alguna afección de importancia; o ha tenido consultas y/o tratamientos indicados por un especialista, que -luego de un tiempo- la propia persona se da cuenta que no le están ayudando.
Es más: en muchos casos, suele suceder (según relatan los afectados) que en la fase final de estudios y análisis, es el propio médico quien le sugiere al paciente que, considerando los resultados normales obtenidos de las diversas pruebas médicas, es posible que sus dolencias sean la consecuencia de un estado de estrés.
En cuanto a la segunda crítica (falta de conocimientos médicos, falta de capacitación e idoneidad adecuada para diseñar y confeccionar el material isocrónico), debe decirse que la respuesta implica varias aristas a considerar.
En primer lugar, ciertamente son pocos (hasta donde me consta) que quienes producen material isocrónico sean, al mismo tiempo, médicos, neurólogos, psiquiatras o psicólogos, por nombrar. Lo que no es cierto, sin embargo, es que quien se dedica al diseño y confección del material en cuestión, pueda prescindir de ciertos contenidos del saber médico considerado globalmente, aún cuando no haya pasado por las aulas universitarias, como sí lo hicieron quienes ostentan una matrícula profesional que los habilita para el cuidado de la salud.
En este sentido, si alguien preguntara ¿Dónde estudiaste, entonces? debe decirse que la producción de cualquier material isocrónico, en casi todos los casos es el resultado final de varios años de investigación, estudio y síntesis, frecuentemente con el acompañamiento de algún profesional de la salud (en especial, de neurólogos o psiquiatras), que no solo orientan en la bibliografía que es de interés para el que produce el material, sino que –además- se prestan para disipar dudas, sugerir tópicos que se deben tener en cuenta, precauciones a tomar, etc. Algunas veces son parientes. Otras, amigos. Otras, simples conocidos de alguna antigüedad, que se prestan a estos requerimientos por haberse despertado en ellos cierto interés (y no mera curiosidad) sobre el tema en cuestión.
Pero, más allá de esto, también debe decirse que –en la actualidad- sería poco menos que de necios, ignorar la facilidad que se tiene para acceder al conocimiento gracias a la tecnología.
Y no me refiero sólo a páginas como Wikipedia, muchas veces denostada hasta el extremo, aunque en ella, si se sabe buscar, se puede encontrar información muy valiosa y seria; y que –paradójicamente- también suele ser consultada por los propios médicos.
De todos modos, no se pretende aquí hacer un listado de páginas especializadas sobre tal o cual tema. Baste decir, que una enorme cantidad de link llevan a los portales oficiales de altas y reconocidas casas de estudios de todo el mundo, haciendo las veces de sólidas bibliotecas virtuales, cada una en su idioma (especialmente español, inglés y alemán); y algunas –incluso- con profesionales online, dispuestos a resolver dudas, orientar en la búsqueda o precisar el significado de un vocablo de su idioma, que frecuentemente suele ser mal traducido.
Esta forma de ‘aprender’ y ‘educarse’, que puede parecer ‘poco serio’, comienza a sintonizar, sin embargo y cada vez más, con los interrogantes, con las primeras respuestas y con algunos bosquejos prácticos, que comienzan a delinear los principales criterios sobre la dimensión fáctica de la educación, a partir de los resultados de la encuesta de 2014, llevada a cabo por la World Innovation Summit for Education –WISE- (Cumbre de Innovación Mundial sobre Educación).
Aquí, además de redefinirse el rol del docente, se resalta la importancia y necesidad de acceder a los contenidos educativos a través de la tecnología; no sólo de aquellos que revisten el carácter de programáticos, sino también sobre los temas que sean de interés personal para el alumno. Todo ello, en camino para implementarse en los próximos diez o quince años.
Por otra parte y sin perjuicio de lo dicho más arriba, cualquier persona que por oficio o vocación, se dedica a la confección del material isocrónico, entendido como uno de los instrumentos saludables (no el único) para el control del estrés, debe contar –además- con otros conocimientos bastantes singulares.
Por ejemplo, debe conocer (y bastante) los fundamentos de la teoría musical y sus diversos aspectos, entre ellos los prolegómenos y protocolos para analizar, escuchar, comprender y componer música.
Esto es así, por cuanto –cada vez más- ciertas octavas musicales son utilizadas para componer melodías compatibles, complementarias y convenientes, que luego son integradas a una de pista de audio, de las múltiples que se necesitan para la construcción del material isocrónico.
Además (es casi una obviedad), el que se dedica a este oficio debe ser –en la práctica- poco menos que un experto no solo en informática, sino –especialmente- en el conocimiento profundo del conjunto de software que se requieren para la construcción del material en cuestión.
Así las cosas, se entiende mejor por qué se habla de Tecnología Bianural Aplicada.
Tecnología, porque sin ella y en los tiempos actuales, resultaría casi imposible producir algún material efectivo.
Isocrónica, porque el producto final termina siendo un sonido estereofónico que luego es escuchado por el afectado (habitualmente a través de auriculares de alta calidad), y que incluye tonos (pulsaciones por segundo) que son reconocidos por la dimensión subconsciente de la mente humana.
Aplicada, porque persigue el objeto de invitar a la actividad cerebral actual del oyente, a sincronizar con una frecuencia saludable y específica (modificación del estado de conciencia), a partir de la estimulación externa que implica la escucha de dichos sonidos, con el propósito de que el individuo, por ejemplo (y solo por ejemplo), pase de una situación de alteración y confusión, a un estado de relajación y armonía.
Llegados a este punto, una pregunta parece imponerse: ¿Se puede considerar entonces a la Tecnología Isocrónica Aplicada como la resultante de un saber científico?
Sobre esto, y en rigor, debe decirse que no es de competencia de quien escribe, determinar si la mencionada tecnología reviste o no, un carácter científico.
¿La razón? Es sencillo: en la actualidad, sólo el mundo científico puede determinar tal cualidad, en razón de los títulos académicos que ostentan sus miembros y que los cualifica como tales. Un cardiólogo, por ejemplo y para tomar un paradigma de la comunidad médica, no sólo es un profesional de la salud avalado por un diploma universitario.
Fue y es, antes que eso, alguien que en las aulas académicas recibió (y posteriormente utilizó), contenidos científicos relativos a su campo de aplicación; contenidos que -históricamente- ya han sido aceptados, convalidados y calificados como tales, por sus pares y por la colectividad médica en general.
Dicho de otro modo, en el mundo actual, sólo los científicos pueden dictaminar si un saber particular, si una propuesta saludable, una técnica específica o un procedimiento determinado, revisten tal cualidad.
En mi caso, puedo decir que soy teólogo y filósofo, porque cuento con los avales correspondientes. Pero no puedo, ni quiero, afirmar lo mismo sobre la tecnología isocrónica aplicada para el control del estrés. Sencillamente, porque no es mi aspiración ni mi problema. La evaluación cualitativa de un material isocrónico, en términos de cientificidad o no, corre exclusivamente por cuenta de quienes están calificados para hacerlo. No es mi caso.
Sin embargo, y sin contradecir en lo más mínimo las afirmaciones precedentes, sí puedo afirmar que al diseño y confección de un material isocrónico, le precede ‘un conocimiento válido’ complejo, articulado, impregnado de conceptos y conclusiones que sí provienen del mundo científico.
Un conocimiento válido que implica, además, una metodología de estudio, de diseño y confección; y que finalmente se traduce en un material isocrónico concreto, que al ser utilizado, sin ningún tipo riesgo conocido para la salud (salvo los que explícitamente se mencionan en cada caso y en calidad de excepción; y que impiden su aplicación a algunas personas, como las que padecen de epilepsia, o las que sufren del trastorno de bipolaridad, o a las que están en la etapa de embarazo, etc), se convierte en un excelente instrumento (aunque no el único) para el control del estrés.
Por otra parte, y por las dudas, postular y defender la entidad de ‘un conocimiento válido’, no implica –al menos en mi caso- adherir a los postulados filosóficos de Paul Feyerabend (1924 – 1994), conocido habitualmente como el ‘Filósofo de la ciencia’.
Lo más que trato de expresar es que, si bien se asume que todo saber científico es válido, también debe aceptarse que muchas proposiciones del saber válido no son consideradas (y tal vez nunca lo serán) como expresiones genuinas del conocimiento científico, aún cuando ‘lo valido’ se diferencie infinitamente, por ejemplo, de la antigua expresión griega δόξα (doxa), que alude al mero saber vulgar por contraposición, diríamos hoy, al saber científico.
Así las cosas, y considerando que son escasas y de difícil acceso, las facultades específicas donde alguien de la región (Argentina o Latinoamérica) pueda estudiar exclusiva y presencialmente, y graduarse, por ejemplo (y sólo por ejemplo), de Especialista para el control del estrés (más allá de que existan algunas pocas instituciones que ofrecen el dictado de clases a distancia sobre la materia, como algunas casas de estudios españolas), debe decirse que se torna aún más difícil encontrar un lugar adecuado y válido, en términos académicos, para que alguien pueda obtener cierta anuencia por parte del científico, al momento de dedicarse a la confección del material isocrónico.
Sin embargo, y a pesar de todo, pareciera ser que todavía permanece una instancia que, tal vez, pueda servir de puente para el inicio y prosecución de un diálogo entre el saber científico y el saber válido, en cuanto al tema isocrónico se refiere.
Se trata de una modalidad que, en términos leguleyos, bien se podría expresar como de ‘inversión de la carga de la prueba’.
Dicho de otro modo y en cuanto al tema de éste artículo, el razonamiento se sintetizaría más o menos así: ‘Si el saber científico académico no me puede capacitar con solidez doctrinal, ni aportarme una metodología precisa, necesarias ambas para el diseño, confección y aplicación de un material bianaural para el control del estrés, entonces que –al menos- me diga en qué me equivoco o qué daño desconocido podría causar’.
Desde esta perspectiva se han escrito las líneas que siguen. No para molestar a nadie, ni tampoco por pretender algún tipo de convalidación.
Simplemente, se trata de utilizar por un rato, un género literario distinto, de tinte novelesco, para realizar una suerte de ping pong de preguntas y respuestas, hilvanadas silogísticamente, que ayuden a poner de manifiesto la coherencia interna que subyace en la confección de todo material isocrónico; y que justifique las razones por las que son capaces de provocar resultados saludables, verificables y adecuados para el control del estrés.
En este contexto y apelando a la imaginación del lector, supongamos un estudio de televisión, un programa especial sobre el tema, un moderador o conductor, y dos protagonistas: un especialista que duda, objeta o descree completamente de los beneficios de la tecnología isocrónica, por una parte; y un terapeuta que, por el contrario, utiliza dicha tecnología como una de las herramientas para favorecer el control del estrés.
Supongamos, además, que el moderador, con la conformidad de los protagonistas, ha acordado que el debate se realizará del siguiente modo:
a) El terapeuta formulará una afirmación (que a su juicio es cierta), y preguntará al especialista si está de acuerdo.
b) Si el especialista manifestara su rechazo al contenido de la afirmación, entonces el terapeuta, a través del moderador, le solicitará que proponga otra explicación, sin contradecir las verdades que la ciencia médica ha consagrado como tales, a lo largo de la historia.
c) Si el especialista está de acuerdo con lo afirmado por el terapeuta, el moderador pasará entonces al siguiente punto.
d) Y si –finalmente- el especialista estuviera en un todo de acuerdo con las afirmaciones del terapeuta, sería prácticamente una contradicción in terminis que luego objetara en su esencia, la base teórica que el terapeuta utiliza para la confección del material isocrónico, toda vez que las conclusiones finales sólo serían posibles de sustentar por parte del terapeuta, si previamente se han aceptado la totalidad de las afirmaciones parciales.
Así, en una modalidad escrita, como la que se utiliza en este artículo y se publica en este blog, prácticamente la totalidad de aquel programa televisivo, quedaría plasmado más o menos en el siguiente cuestionario; y las respuestas del especialista, bien podrían explicitarse en la sección de comentarios, inserta al pie de página.
1. Que diga (comienza el terapeuta dirigiéndose al especialista) si es cierto o no, que aquello que genéricamente se llama ‘actividad cerebral’ implica, necesariamente, la generación y transmisión de energía eléctrica producida por la actividad neuronal (en un rango global de +- 10 microvoltios a +- 250 microvoltios), tal y como acontece, por ejemplo, en los procesos de transmisión de información desde los sentidos a la corteza cerebral (que incluye el lóbulo occipital, parietal, temporal, y frontal, entre otros).
-Si afirma que no es cierto, y considerando que es de docencia médica académica, que gran parte del sistema neuronal se caracteriza por la excitabilidad, siendo las neuronas capaces no sólo de generar impulsos eléctricos sino también de producir cambios en el voltaje (de dos tipos, los potenciales graduados y los potenciales de acción), que ofrezca entonces alguna explicación alternativa que no contradiga los estudios y conclusiones de la Neurobiología.
2. Si sostiene por cierto el punto anterior, que diga si es cierto o no, que toda forma de energía eléctrica conocida, incluyendo la producida por la actividad neuronal, también llamada bioelectricidad, implica –además de otros conceptos y del voltaje- la noción de ‘frecuencia’, cuya unidad de medida es el Hertzio (Hz), y que expresa la cantidad de ciclos completos de energía/corriente eléctrica calculada por segundo. Por ejemplo, una frecuencia de 10 Hz. implica que en un segundo se repiten consecutivamente diez ciclos completos.
-Si afirma que no es cierto, que ofrezca entonces alguna explicación alternativa que no contradiga los principios básicos de la electricidad y que, al mismo tiempo -y por ejemplo- justifique con otros argumentos el funcionamiento del Electroencefalógrafo (creado y perfeccionado a partir de 1920 por Hans Berger *1873-1941*) que –precisamente- recibe y registra en una gráfica lineal, la actividad cerebral de un sujeto a partir de la actividad eléctrica de las neuronas de su encéfalo, y en base a distintas ondas cerebrales (expresadas en Hertzios por su correlato con el voltaje asociado a la frecuencia de cada onda), agrupándose a estas últimas (a las ondas cerebrales) en cinco estadios, los que –de menor a mayor- son: Ondas Deltha (de +- 0,2 a +-3,5 Hz.); Ondas Theta (de +- 3,6 a +- 7,9 Hz.); Ondas Alpha (de +- 8,00 a +- 12/13 Hz.); Ondas Betha (de +-13,00 a 28 Hz.); Ondas Gama (superiores a +- 30Hz.).
3. Si sostiene por cierto el punto anterior, que diga si es cierto o no, que cada grupo de ondas está asociado a diversos estados de conciencia; como por ejemplo, que las ondas Alpha implican que un individuo en ese estadio experimenta cierto estado de relajación, tranquilidad y creatividad; y que en dicha franja de frecuencia se produce el inicio de actividad plena del hemisferio izquierdo y la desconexión del hemisferio derecho.
-Si afirma que no es cierto, que ofrezca entonces alguna explicación alternativa que no contradiga, por ejemplo (y siguiendo la ilustración del punto anterior), los protocolos de análisis e interpretación del neurólogo (o profesional médico equivalente) al momento de evaluar los resultados de un electroencefalograma, según los postulados y la directrices de diversos organismos internacionales; entre ellos, la Organización Mundial de la Salud.
4. Si sostiene por cierto el punto anterior, que diga si es cierto o no, que sigue siendo posible la modificación de los estados de conciencia por diversas técnicas, como antaño lo hicieron, por ejemplo, Freud (médico y neurólogo), inicialmente a través de la hipnosis (para el tratamiento de la histeria); o Josef Breuer (médico, fisiólogo y psicólogo), creador del método catártico (utilizado juntamente con Freud, a finales del siglo XIX); o como en la actualidad, donde millones de personas en el mundo logran modificar sus estados de conciencia a través, por ejemplo, de la meditación (en cualquiera de sus variantes), para así disfrutar de los beneficios saludables que tal estado de conciencia les provoca.
- Si afirma que no es cierto, que ofrezca entonces alguna explicación alternativa que no contradiga los principios del psicoanálisis; aceptados, enseñados en las aulas y practicados con normalidad por un importante sector de los profesionales de la salud mental; o que simplemente que brinde otra explicación que justifique los efectos saludables de la meditación, si no mediara un estado de conciencia modificado.
5. Si sostiene por cierto el punto anterior, que diga si es cierto o no, que es posible modificar el estado de conciencia, a través, por ejemplo, de drogas psicoactivas (como el alcohol), fármacos de tinte hipnótico (como los ansiolíticos); o técnicas inductivas o sugestivas, basadas en imágenes o sonidos específicos.
- Si afirma que no es cierto, que ofrezca entonces alguna explicación que justifique el cambio de frecuencia que en estos casos se pueden constatar certeramente, si el sujeto es sometido a examen; o que ofrezca alguna explicación alternativa que no contradiga los principios de la estimulación electroterapéutica craneal, o la base teórica y práctica de la técnica de ‘simulación de luces y sonido’.
6. Si sostiene por cierto el punto anterior, que diga si es cierto o no, que también es posible modificar el estado de conciencia con fines saludables, a través de la escucha de sonidos isocrónicos, consistentes estos (esencialmente) en una secuencia de pulsos u ondas isocrónicas, correspondientes a una o varias frecuencias, medidas en hertzios, que estimulan e invitan al cerebro, a sintonizarse con ellas, para lograr que en dicho y nuevo estado de conciencia, este (el cerebro) haga lo que naturalmente hace cuando se encuentra operando en dicho rango. Como por ejemplo, que a 10,00 Hz. se incrementa la liberación de serotonina y la persona experimenta una elevación del estado de ánimo; o que en la franja de 8,00 a 8.60 hz. se produce un estado suave de relación y cierta disminución de la ansiedad.
- Si afirma que no es cierto, que ofrezca entonces alguna explicación que justifique su posición en contrario, toda vez que –como se dijo más arriba- la neurociencia puede medir las ondas cerebrales e inferir el estado psíquico y emocional asociado de una persona al momento de la prueba, a través del electroencefalógrafo; o de otro instrumental, mucho más moderno que el primero, como el que se utiliza para implementar la técnica denominada Biofeedback, que permite no solo medir la actividad fisiológica en general, las ondas cerebrales, la función cardiaca, la respiración, la actividad muscular, la temperatura de la piel o fluctuaciones del pensamiento o emociones del sujeto, por nombrar, sino que es capaz de devolverle esa información al propio individuo, para que este pueda, por ejemplo, corregir algunas de las variables que no estén en el rango del valor aceptable.
Así, y para finalizar, quedan los lectores invitados a manifestar su opinión si es que el tema les despierta algún interés; y a exponer –eventualmente- los fundamentos que justifiquen sus puntos de coincidencias o discrepancias.
Por otra parte, quedan muchos temas pendientes sobre estas cuestiones. Entre ellos, la historia, justificación, interpretación y validez, de la tabla de frecuencias, que utilizamos quienes diseñamos y confeccionamos material isocrónico para el control del estrés y sus efectos asociados, perjudiciales para la salud. Ello será motivo, seguramente, de otro artículo.
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