Una cosa es el conjunto de actividades conscientes que hacemos a cada momento, y otra -muy distinta- los incontables procesos inconscientes de nuestra mente que, por supuesto, ignoramos completamente, aunque más temprano o más tarde, afectan nuestra conducta cotidiana e -incluso- pueden somatizar en nuestro organismo, para bien o para mal.
Todo el trabajo que hace nuestra mente inconsciente se rige por prioridades. Por ejemplo, la primera prioridad es mantenernos vivos. Eso que habitualmente llamamos “instinto de supervivencia”. La segunda, buscar que no sólo conservemos la vida, sino que -además- vivamos de la mejor manera, que descubramos los momentos “placenteros” de cada jornada, aún en medio de las dificultades cotidianas. Eso que llamamos “calidad” de vida.
Y la tercera, prevenirnos de situaciones que puedan ir en contra de las dos primeras, a través de señales o alertas de carácter neurobiológicas, como cuando ‘sentimos’ hambre con lo cual se nos está diciendo que es necesario “comer algo agradable” para preservar nuestras vidas y sentirnos confortables.
Esta tercer prioridad inconsciente, que se encarga -como ya se dijo- de enviarnos algunas “alertas” para proteger nuestra supervivencia y nuestro buen pasar, amerita prestarle un poco más de atención.
Por ejemplo, cuando sentimos fiebre, es como un llamado de atención que nos dice “cuidado, que podes tener una infección”; o cuando nos duele el brazo, es como una alerta que nos dice “guarda, que podes tener un golpe importante”.
Lo mismo sucede con el temor, una señal neurobiológica y una de las seis emociones básicas, que nos alerta de un peligro y frente al cual podemos adoptar una actitud de lucha (enfrentarlo) o huida.
Así, el temor, lejos de ser una característica propia de los débiles, es un mecanismo adaptativo que nos permite entrever un peligro y actuar en consecuencia.
Pero, en ocasiones, sucede algo extraño, muy ligado al solo hecho de vivir y a las experiencias personales. Los distintos temores que sentimos y están a nuestro servicio (como tener cierto miedo a cruzar una calle muy transitada y extremar la prudencia, o desconfiar sobre si hemos cerrado bien la llave del gas), se ven “contaminados” por otros temores, totalmente inútiles, que no cumplen ninguna función adaptativa ni están a nuestro servicio. Son los temores inconsistentes, llamados por algunos como “temores per se”.
¿Para qué nos sirven? Para nada. O más bien, solo sirven para atormentarnos y paralizarnos. ¿Tienen alguna característica? Sí. Se caracterizan por traernos delante de nuestras narices, como si fuera “en un presente”, algo que -en el peor de los casos- puede ocurrir “en un futuro”, como el estudiante que ya teme y sufre por suponer que saldrá mal en un examen, cuando todavía no ha rendido.
Frente a la pandemia del coronavirus, muchos pueden estar pasando por la experiencia de temores “per se”, temores inútiles que en nada nos ayudan, que nos paralizan y que nos transmiten el mensaje de que -poco menos- ya estamos infectados “ahora mismo”. Nosotros, o algún familiar, o algún amigo.
En realidad, frente a esta pandemia, lo que le toca a cada uno de nosotros es “hacer los deberes”. Es decir, seguir las recomendaciones sanitarias de interacción social. Informarnos. Mantener higienizado nuestro hogar. Comer alimentos que eleven nuestro sistema inmunológico. Evaluar (y eventualmente informar a la autoridad competente) de algún síntoma que podamos tener, pero todo esto sin aterrarnos, y sin suponer que “ya nos está pasando lo peor”.
Se trata, en suma, de ser consciente de la situación que el mundo (y cada uno de nosotros) está viviendo, de la responsabilidad colectiva e individual que tenemos… pero sin “temores ‘per se’”. Sin preocuparnos (porque la “pre” “ocupación” es pariente del temor “per se”).
Lo que nos toca es, simplemente, “ocuparnos”… Hacer los deberes… y aprovechar la cuarentena para reflexionar, para cuidarnos mejor, para proteger más a aquellos que amamos, a sabiendas de que no es un tiempo vacacional sino una etapa que nos va a “marcar” para el futuro y que nos desafía a construir un mejor estilo de vida, en medio de un contexto sanitario, social y fraterno bastante hostil para “nuestras vidas”, para “nuestras formas de vida” y nuestras costumbres.
Walter E. Eckart
No hay comentarios: