jueves, 16 de junio de 2016

Apuntes sobre la Felicidad

¿Qué es la felicidad? Por lo pronto, es una de las preguntas más difíciles de responder. Para algunos credos religiosos, por ejemplo, la felicidad prácticamente se identifica con la paz. No entendida como una mera ‘ausencias de conflictos’ sino como un estado de gozo sereno, que brota de estar en armonía y amor con el creador, con uno mismo, con los demás y con la naturaleza.


Desde la psicología, por otra parte, se suele describir a la felicidad como un estado emocional, un sentimiento duradero de satisfacción, alegría y entusiasmo, que se produce en las personas cuando éstas creen o han alcanzado una objetivo deseado.




Pero, aún así, lo cierto es que la felicidad puede manifestarse de tantos modos distintos, que realmente se hace muy difícil de explicar. Es, básicamente, una experiencia existencial sublime, que sólo la comprenden aquellos que son felices.


Teresa de Calcuta, poco menos que ‘experta’ en la experiencia de la felicidad, solía decir: “No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz.”


Pero, de otro lado, la ‘infelicidad’ -en cambio- es fácilmente detectable, no sólo por los demás sino por la propia persona. Borges, por ejemplo, a partir de la experiencia de su propia vida lo expresó de una manera espeluznante: “He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz.”


Más allá de esto, sin embargo, es relativamente sencillo ‘detectar’ a una persona feliz. Suelen caracterizarse por tener ‘los pies sobre la tierra’, ser profundamente humanistas, distinguirse por la generosidad y la compasión, sobresalir por transmitir alegría, solicitar el perdón cuando se equivocan y aceptar las disculpas de quienes la ofendieron.


Son personas cuyas vidas están marcadas por la esperanza, por un sereno entusiasmo y la capacidad de escucha. No se adelantan a los hechos, no prejuzgan, aceptan que las personas pueden cambiar para bien, y tienden a dar siempre otra oportunidad, entre otros rasgos.


Por contraste, la persona que no es feliz, también suele presentar –frecuentemente- algunos aspectos observables.


El psicólogo estadounidense Lewis Terman, por ejemplo, afirma que un individuo que se siente infeliz perjudica a todas las personas que lo rodean, como si estas últimas “fueran fumadores pasivos”.


Por otra parte, una investigación de psicólogos de la Universidad de California, detalló algunas costumbres preocupantes que tienen las personas no felices, las que -por diversos motivos- terminan padeciendo de depresión. Afirman que ciertos hábitos tienden a empujar más a la infelicidad, como por ejemplo:


-Esperar siempre que las cosas sucedan en el futuro. Esta ‘espera permanente’ se transforma en un vicio y provoca un escaso compromiso con la realidad vital y cotidiana de la propia persona.


-Encerrarse y no salir de la propia casa, lo cual constituye un error importante, ya que el solo hecho socializar y compartir, incluso aunque no se disfrute, mejora el estado de ánimo.


-Creerse una víctima. La creencia de que la vida es difícil e injusta; y que uno termina siendo una víctima de ella y de los demás, suele ser un pensamiento recurrente que tienen las personas inconscientemente infelices. El problema es que, con esa forma de pensar, aumenta en el individuo la sensación de impotencia, de angustia y de incapacidad.


-No enfrentar a los problemas. Las personas infelices suelen creer que los errores y los problemas son una amenaza, de modo que se esmeran en ocultarlos, sin darse cuenta que los problemas más crecen cuanto más se los ignoran.


-Volverse pesimista. Aquí, la dificultad radica en que una actitud pesimista, además de afectar negativamente al estado de ánimo, se convierte en una suerte una profecía con posibilidades de autocumplirse. El dicho popular dice que “el que cree que se va a morir… se muere nomás”.


-Quejarse siempre. Sucede que, al hablar permanentemente (o pensarlo) sobre lo mal que van las cosas con uno mismo, en la familia, el trabajo o el país, se reafirman las convicciones negativas.


-Compararse constantemente con los demás. La envidia y los celos son incompatibles con la felicidad, por lo que si una persona tiene esa tendencia, lo más saludable sería que deje de hacerlo y se enfoque en su propia vida.


En fin. “Cambiar los hábitos para ser feliz es responsabilidad de cada uno. Es importante saber que pequeñas malas costumbres pueden llevar a la infelicidad y a grandes malestares. La felicidad tiene que ver con cómo se ve la vida y los pensamientos que la mente sostiene”.

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