lunes, 30 de enero de 2017

Cómo tratar algunos dolores físicos aplicando Tecnología Isocrónica

-Artículo orientado especialmente a quienes diseñan Material Isocrónico-

Es frecuente que durante una terapia para el Control del Estrés, algunas personas, habitualmente mayores, mencionen que –desde hace mucho tiempo- padecen un dolor, prácticamente constante e intenso, en alguna parte de su cuerpo. Supongamos, por ejemplo, en la muñeca derecha.



Agregan, además, que ya han pasado por una serie de estudios clínicos específicos, sin que se les detecte una afección física concreta. Algunos, señalan que –de todos modos- el especialista les ha prescripto algún medicamento (píldoras o cremas, habitualmente a base de desinflamantes y analgésicos) con la esperanza de que disminuya el dolor. Pero todo sigue igual. El dolor en cuestión, permanece.

En este marco, es de interés para el Facilitador para el Control del Estrés intentar ayudar a la persona con el alivio de su dolor, especialmente por dos motivos:

a. Porque -tras visitar al profesional médico competente y someterse a los estudios pertinentes y específicos- no se le ha diagnosticado una lesión concreta en la zona del dolor; y, en consecuencia, no se le ha indicado tratamiento alguno, salvo excepciones paliativas. En otras palabras, “todos está bien… pero el dolor continúa…”.

b. Porque, como ya he dicho en el ‘Curso de Facilitador para el Control del Estrés’, y en algunos otros artículos publicados, ‘toda forma de dolor físico estresa, y mucho’; y genera una suerte de círculo vicioso creciente, que se podría describir del siguiente modo: ‘el dolor genera estrés; el estrés potencia la percepción del dolor; y, a más dolor, más estrés. Y así sucesivamente’.

Ante esto, cabe la pregunta: La Tecnología Isocrónica Aplicada ¿Puede ayudar en algo?

La respuesta es afirmativa, aunque son necesarias algunas aclaraciones.

1. La confección de la denominada “Tabla de Lesh”, basada en las investigaciones y experimentos del neurólogo W. Gray Walter, de Robert Monroe, y del biofísico norteamericano Gerald Oster, entre otros; estudios e investigaciones relativos a la modificación de los estados de conciencia, sirvió para clasificar los diversos estados mentales del ser humano y sus efectos en la persona con relación a las ondas cerebrales, agrupadas ellas en –al menos- cuatro categorías tradicionalmente reconocidas: Betha (150-200 micro voltios y un rango de frecuencias implicadas de entre 13 a 28 Hz., aproximadamente); Alpha (100-150 micro voltios y un rango de frecuencias implicadas de entre 7,5 a 13 Hz., aproximadamente); Theta (50-100 micro voltios y un rango de frecuencias implicadas de entre 3,5 a 7,5Hz., aproximadamente); y Delta (10-50 micro voltios y un rango de frecuencias implicadas de entre 0,2 a 3,5 Hz., aproximadamente).

2. El ulterior listado de frecuencias específicas, provenientes de diversas fuentes –algunas no sustentadas científicamente- aunque congruentes con las cuatro categorías mencionadas -en cuanto a sus efectos saludables para el ser humano- (recolectadas, ordenadas y publicadas en Internet desde hace varios años, con diversas aclaraciones, salvedades y modalidades) indica que –en el tema que nos concierne- la utilización de sonidos binaurales (o isocrónicos, en nuestro caso) a una frecuencia de 15 Hz. resultan adecuados para el tratamiento de los llamados ‘dolores crónicos’ o ‘fibromialgias’.

Ahora bien. Llegados a este punto, conviene repasar el concepto mismo de fibromialgia, antes de seguir avanzando con el tema de fondo.

Y es que, en general y sintéticamente, se describe a la fibromialgia como una afección cuyas causas se desconocen; que genera una forma de dolor crónico y generalizado, especialmente de tipo muscular; fatiga y cansancio frente a esfuerzos menores, y que puede provocar –incluso- trastornos del sueño nocturno, entre otras manifestaciones; y todo esto durante un tiempo bastante prolongado (por ejemplo, más de tres o cuatro meses).

Varios estudios científicos (como el estudio Episer realizado por la Sociedad Española de Reumatología en el 2000), suponen que esta afección podría ser la resultante de la alteración de algunos neurotransmisores del sistema nervioso central, aunque –como se dijo- se desconocen las causas específicas y –por lo mismo- los tratamientos para la fibromialgia “no son curativos” sino que persiguen el sólo objeto de mitigar los síntomas de los pacientes.

De otro lado, sin la más mínima intención de menoscabar el trabajo e investigaciones de los eruditos en la materia; y sólo en base a mi experiencia tanto como Facilitador para el Control del Estrés como en el diseño y confección de sonidos isocrónicos personalizados (hechos a medida del afectado), y el análisis estadístico de resolución favorable de los múltiples casos que me tocaron, entre otros factores, he llegado a conclusiones parcialmente diferentes a los resultados que arrojan los estudios científicos.

a. En primer lugar, ubico al estrés como el principal y gran disparador de muchas afecciones físicas, psíquicas y emocionales; y entre ellas, a la sintomatología genérica de la fibromialgia, según la actual concepción de la ciencia médica.

b. Creo conveniente destacar que, lejos de suponer un tiempo de apenas algunos meses, muchos dolores crónicos pueden abarcar y afectar a algunas personas por decena de años. Me ha tocado, por ejemplo –y solo por ejemplo-, ayudar con éxito notorio a un anciano de más de setenta años, con un dolor en sus rodillas que tenía -al menos- veinte años de antigüedad.

c. Comparto la sospecha de que la fibromialgia pueda tener por causa primaria la alteración (mal funcionamiento) de algunos neurotransmisores del sistema nervioso central, pero incluyo la participación -también defectuosa- del sistema simpático (conexo al sistema nervioso central pero –al mismo tiempo- diferente de este); y del hipotálamo; a la vez que -desde mi punto de vista- contemplo como posibilidad cierta de que sea –también- un cuadro de estrés importante el que pudiera causar la alteración de dichos neurotransmisores, como se ha mencionado más arriba.

d. Discrepo en que algunos otros trastornos presuntamente asociados a quienes padecen de fibromialgia (como la fatiga, el cansancio o el trastorno del sueño, por citar), tengan relación alguna con la afección de los mencionados ‘dolores crónicos’.

Más bien, me inclino por la dinámica expuesta más arriba: ‘el dolor genera estrés; el estrés potencia la percepción del dolor; y, a más dolor, más estrés. Y así sucesivamente’; debiéndose entender –consecuentemente- los otros síntomas (fatiga, cansancio o trastorno del sueño, etc.) no como consecuencias de un cuadro de fibromialgia sino –más bien- como la resultante psico-emocional de un cuadro de estrés importante, concomitante al de fibromialgia, toda vez que el estrés, entre otros perjuicios, puede inhibir o disminuir la producción (y la necesaria concentración en sangre) de algunas hormonas, como la endorfina, la serotonina o la melatonina (indispensable para el buen dormir), por citar algunos ejemplos.

3. Como sea (y entrando ya de lleno en el tema de fondo y específico del presente artículo, orientado especialmente –como se dijo- a quienes diseñan Material Isocrónico), reitero tanto la pregunta como la respuesta del principio:

La Tecnología Isocrónica Aplicada ¿Puede ayudar en algo para el alivio o erradicación de algunos dolores físicos, hasta ahora enmarcados dentro de las características de la fibromialgia?

La respuesta sigue siendo afirmativa, pero conviene que los que por oficio o profesión se dedican al diseño y confección de sonidos isocrónicos, tengan en cuenta algunos aspectos:

a. En sencillo, la función primaria del cerebro humano es –básicamente- la preservación de la vida. Toda anomalía en nuestro organismo, es comunicada al cerebro mediante “señales” o estímulos bioeléctricos a través de diversos mecanismos (que no viene al caso enumerarlos; baste, por ahora, precisar que muchas de estas “señales” llegan al cerebro a través de la médula espinal).

b. Frente a una lesión concreta (por ejemplo, un golpe importante en el brazo) aparece el dolor en la zona afectada. ¿Quién produce la experiencia interna de ese dolor? El cerebro. ¿Las finalidades? Son dos.

Por una parte, advertir a la persona que tiene una zona lesionada, que debe ser cuidada y tratada adecuadamente.

Por otra, actuar (el cerebro) a través del sistema inmunológico, para corregir la afección o minimizar su gravedad.

En suma, la experiencia interna del dolor no es otra cosa que una advertencia del cerebro de que algo anda mal en nosotros; y que -más allá de lo que pueda hacer el sistema inmunológico- le toca a cada cual procurar la cura y los cuidados (si fueran necesarios) de la afección en cuestión.

Dicho de otro modo, cuando la integridad orgánica -globalmente considerada- de una persona esté o “pueda estar en peligro”, recibirá una advertencia. La fiebre, por ejemplo, nos alerta de una posible infección. El miedo fundado al caminar muy cerca del borde de un precipicio, nos indica la magnitud del riesgo innecesario al que exponemos la continuidad de nuestra propia vida.

c. Sin embargo, por más que el cerebro sea nuestro órgano más avanzado y perfeccionado, esto no significa que sea perfecto. Puede equivocarse y, por ejemplo, puede tomar decisiones desacertadas y poner en funcionamiento mecanismos de defensa innecesarios o equivocados, respecto de nuestro actual estado de salud.

Por ejemplo: si el sistema inmunológico “sobreactuara” frente a una dolencia concreta menor, muy probablemente pronto padeceríamos de alguna forma de alergia.

En este marco, con el dolor físico suele suceder algo parecido. Intentaré explicarlo con un ejemplo sencillo:

Un joven se pega accidentalmente con un martillo en el dedo. Casi se desprende la uña y sangra abundantemente. Instantes después, aparecen el dolor y la inflamación.

Avisa a sus padres y estos lo llevan al médico, el cual procede según los protocolos de su profesión, tanto en la atención inmediata como en la administración de algún medicamento.

Con el tiempo, el dedo del joven ya se ha curado totalmente, el dolor ha cesado por completo, ha recuperado plenamente la motricidad y –apenas- todavía se pueden apreciar cicatrices y –eventualmente- algunas otras secuelas.

Pasan varios meses. El accidente ha quedado en el olvido. Todo es normal, hasta que un día, el joven comienza a sentir una leve molestia en aquel dedo.

Luego, pasan horas (o algunos días) y el dolor se hace más intenso, comienza a perder la motricidad, y siente –nuevamente- la necesidad de “cuidarlo”.

Finalmente, llega un momento en el que el dolor ya le resulta insoportable, y siente que –incluso- ya tiene algunas molestias en toda la mano, en general.

Aumenta su estado nervioso, se comienza a despertar en medio de la noche, siente cansancio y malhumor durante el día, hasta que finalmente recurre nuevamente al médico, acompañado por sus padres.

El profesional lo interroga y examina. En rigor, todo parece estar bien y no habría motivo para semejante dolor. De todos modos, opta por indicarle nuevos estudios (supongamos por imágenes) para cerciorarse de que no haya algo que provoque esa sintomatología.

Finalmente, todo vuelve a dar bien, y –en cierto modo- paradójicamente es la peor noticia: si todo está bien ¿Por qué, entonces, padece un dolor tan intenso, que amenaza con expandirse a toda la mano?

En fin. El ejemplo vale lo que vale. Es sólo eso: un ejemplo. Sin embargo, sirve para ilustrar una dinámica frecuente que manifiesta algunas “equivocaciones” del cerebro humano en su afán por preservar la integralidad de nuestras vidas.

Poco importa, en realidad, si a este tipo de fenómeno se lo llame fibromialgia, dolores crónicos, o lo que fuera. Lo único que interesa es que realmente afecta a muchas personas. En algunos países, como por ejemplo España, ya en el año dos mil afectaba a casi el tres por ciento de la población. En Argentina, no hay –hasta el momento- cifras estadísticas conocidas, aunque en noviembre de 2012 se lanzó el primer sitio web dedicado a la Fibromialgia en Argentina.

4. Entonces ¿Cómo diseñar un sonido isocrónico que sea capaz de quitar o disminuir notoriamente este tipo de dolores?

Antes que nada, recuerdo a los lectores que este artículo está orientado en especial, precisamente, a quienes ya tienen el conocimiento, la técnica y los instrumentos para diseñar y confeccionar este tipo de sonidos saludables.

Dicho esto, ofrezco el detalle de una estructura aceptable (aunque con los matices que cada cual le quiera dar) para la confección de un sonido isocrónico adecuado y efectivo, orientado a tratar este tipo de dolores crónicos:

a. Destinar los primeros minutos del sonido (tres o cuatro minutos) a la frecuencia de 12 Hz. Esto ayudará a que la persona pase de frecuencias más altas, en las que es probable que se encuentre durante la jornada diurna (con excepciones, por supuesto), a una frecuencia más baja (en este caso 12 Hz.), y sincronice con ella.

b. Añadir luego una transición de unos quince segundos hacia una frecuencia más baja todavía, para favorecer su relajación y disminuir el estrés. Por ejemplo, el rango que va de 8,60 a 8 Hz. Sugiero adoptar, en particular, el valor de 8,445 Hz., (en mi experiencia es el más efectivo).

c. Agregar, luego, un segmento de al menos doce minutos en 8,445 Hz. permanente, para asegurar la relajación de la persona.

d. A continuación, añadir una nueva transición de unos treinta segundos hacia la frecuencia específica de 15 Hz.

e. Agregar, finalmente, un segmento de al menos veinte minutos en 15 Hz permanente, para asegurar la erradicación o disminución del dolor.

f. Por último, algunas sugerencias:

-En mi experiencia, 15 Hz. es una frecuencias realmente efectiva para combatir los dolores crónicos. Sin embargo, su efecto se potencia enormemente si se adiciona (durante el último segmento de 20 o más minutos en 15 Hz. permanente), un breve e inocuo audio subliminal, con ‘Efecto Silencio’ a 15.000 Hz. y ‘efecto Vocoder’, cuyo contenido debe ser informado al paciente, por razones éticas y –en algunos países- legales.

Un ejemplo: supongamos, como propuse al principio, que una persona padece desde hace mucho tiempo (años, por ejemplo), dolores intensos en su muñeca derecha, sin que los especialistas (en varias ocasiones) hayan detectado lesión física alguna que explique el dolor.

El audio subliminal al que me refería podría ser simplemente el siguiente: “Me concentro en la zona de mi muñeca derecha”.

Consideraciones Finales

a) Según he podido constatar por los resultados obtenidos, usando esta modalidad (para expresarlo en un lenguaje sencillo) el cerebro quita o disminuye notoriamente los dolores crónicos del afectado de un modo general pero –al mismo tiempo- actúa “especialmente” en la zona indicada por el subliminal.

b) En la práctica, no suelen ser necesarias más de dos o tres aplicaciones (escuchas con auriculares) de este sonido, a intervalos de una semana entre una y otra. En mi caso particular, he administrado este sonido siempre en el marco de un plan terapéutico en curso para el control del estrés, oficio que ejerzo desde hace tiempo.

c) La evolución de los efectos saludables del sonido (según análisis estadísticos periódicos que hago), podría resumirse del siguiente modo, aunque con la advertencia de que “no es una cuestión matemática” y mucho depende del estado general de la persona:

- Inmediatamente finalizada la primera aplicación (escucha), la persona experimenta una disminución muy leve del dolor en la zona.

- Entre unos diez y quince minutos posteriores a la aplicación, aproximadamente, el efecto ya es notorio.

- Al cabo de unas cuatro horas (o más, en algunos casos), suelen expresar que “ya no les duele”, aunque manifiestan que todavía sienten ‘alguna forma de molestia’.

- Transcurridas unas treinta y seis o cuarenta y ocho horas, habitualmente suceden dos cosas: el paciente manifiesta que “ya no le duele”; o que “no le duele pero siente una sensación incómoda todavía”.

- A la semana, el dolor pudo (o no) haber aumentado, aunque sin llegar –en todo caso- a la intensidad inicial. Es en este punto, donde se decide si se hará una nueva aplicación o si se esperará un poco más, ya que no es raro que entre siete y doce días desde la aplicación inicial (aproximadamente) el dolor pueda rebrotar con cierta crudeza pero –en la mayoría de los casos- no dura más que algunas horas. Luego comienza a disminuir, hasta su desaparición total o hasta alcanzar un nivel mínimo, permaneciendo así (en cualquiera de los dos casos) por meses o años.

d) De todos modos, conviene sugerir a la persona algunas aplicaciones complementarias y “de mantenimiento”, una o dos veces por año.

e) Finalmente, una aclaración importante: “los efectos saludables de este sonido isocrónico llegan hasta el límite de una afección real y actual”. Ese es su techo, por decirlo de alguna manera.

Esto significa, como es obvio, que no modificará los niveles de dolor cuando esté de por medio una zona realmente lesionada, la cual –como corresponde- deberá ser tratada por el profesional médico competente.

Walter Edgardo Eckart
© Enero de 2017

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